TALLERES


Con el paso de los años y el desarrollo de los avances tecnológicos han ido cambiando las formas de vida en los pueblos y desapareciendo muchas labores cotidianas que tradicionalmente se realizaban. En el 2011 con  el proyecto "Los oficios de mis abuelos"  se recopilación  datos acerca de algunos de los  oficios tradicionales que se realizaban en Cirat y en esta ocasión quisimos continuar la serie de oficios antiguos centrándonos en algunos de los que no se realizaron entonces o en aquellos cuyas herramientas constituyen una parte fundamental de los objetos del Museo Etnológico. Así pues, este verano realizamos los talleres del horno, la trilla, la colada y la elaboración del vino recreando y visitando los diferentes lugares del pueblo donde se realizaban.

                                           


Partiendo del punto de encuentro elegido, en la plaza San Bernardo, comenzamos la ronda de talleres acompañados por la rondalla y nos dirigimos a la era del camino del Barranco de las Salinas donde algunos vecinos realizaron la recreación de la trilla tradicional.

LA TRILLA EN LA ERA

El taller de la trilla fue el primero de la serie. Salus, Antonio, Paco y Vicente ya tenían preparada la era cuando llegamos y una vez allí, Vicente Granell nos explicó todo el proceso que posteriormente reproducirían.


En el mes de noviembre se sembraba el cereal, que en Cirat solía ser fundamentalmente trigo o cebada y en el mes de junio se comenzaba la recolección o siega. La siega se realizaba manualmente utilizando la dalla y la corbella  para cortar la planta. Para proteger los dedos de la mano  del filo de la corbella al segar se usaban las zoquetas. 


Dalla, zoquetas y corbella para segar

A medida que se iba segando se iban haciendo montones atados con las hierbas cortadas conocidos como garbas. Las garbas se dejaban extendidas sobre el suelo  del bancal hasta que llegaba el acarreo de las caballerías para transportarlas a la era o guardarlas en el pajar. En la era se disponían formando montones  que se iban extendiendo periódicamente para que se secaran. Por la noche o los días de lluvia se guardaban en el pajar.

Algunos objetos usados en la trilla del museo etnológico
Una vez secos se deshacían las garbas y se iban extendiendo en el suelo de la era haciendo una explanada circular. A esto se le conocía como la parva. Entonces, ya estaba todo preparado para trillar.
La operación de la trilla se realizaba para separar el grano de la paja. Sobre la parva se solía hacer pasar a la caballería para aplastarla con las pisadas. Desde el ramal se le enlazaba una cuerda al animal y se le hacía trotar en círculos sujetándolo desde el centro de la era. También se le acoplaba al macho una especie de cinta conocida como trilladera o trilla a la que se le enganchaba directamente el trillo.

Machos con la trilla o trilladera acoplada

 El trillo es un tablón de madera que lleva encajados en su cara interior trozos afilados de pedernal. Con el trillo enganchado en el macho se daba vueltas a la era moliendo la parva.
Algunas veces se usaban dos machos para trillar. Entonces, se enlazaba la trilladera de cada macho al camatrillo, al cual se enganchaba, a su vez, el trillo. El camatrillo también se utilizaba en el arrastre de madera.

Camatrillo

Después de esta operación, con la parva trillada a la medida deseada, se amontonaba en la era con el rastro y el raspal. El raspal era una especie de escoba hecha con ramas de boja que también se utilizaba para limpiar la era antes de extender las garbas.
Una vez amontonada la parva el siguiente paso era separar el grano de la paja, que se realizaba mediante el aventado. Los mejores días para trillar  eran los días de verano del mes de julio con calor seco  y con algo de viento ligero de poniente que facilitara esta tarea. Con las horcas, se lanzaba la paja hacia arriba, entonces, el aire se llevaba la paja hacia un lado y  el grano caía en el mismo lugar, y así se iban separando. Con la pala se iba recogiendo el grano acumulándolo en otro montón y se pasaba  por la criba. De esta forma se separaba el grano limpio, que caía al suelo sobre unas mantas puestas para ese fin, y los residuos que se quedaban en la criba. El grano de cereal  una vez limpio se ponía en talegas, que son una especie de sacos de tela que se usaban para guardar el cereal  y se almacenaban hasta su uso posterior en el molino. La paja recogida se guardaba en el pajar para alimento de los animales.
Esta labor se realizaba todos los años, hasta que a mediados del siglo pasado llegaron a Cirat las máquinas trilladoras y sustituyeron este proceso tradicional.

Cribas, horcas, palas de aventar, rastro y trillo del la colección museográfica


                                                     TALLER DE LA TRILLA 12-8-2017



Tras el taller de la trilla, la comitiva se dirigió hacia la otra parte del pueblo donde se encuentra el lavadero municipal. 

LA COLADA Y LOS LAVADEROS 

 En Cirat había dos lavaderos municipales. Uno de ellos, el más antiguo, situado en la calle Jara Macil junto al Barranquico, se reconvirtió en los años 80 en el matadero municipal. El otro, situado en el camino hacia la Fuente de la Salud, es el único que existe actualmente. Fue restaurado en el 2010 siendo Celestino Badenas alcalde, y es el que visitamos en esta ocasión.



Tras el taller de la trilla, la comitiva se dirigió hacia la otra parte del pueblo donde se encuentra el lavadero municipal. En Cirat había dos lavaderos municipales. Uno de ellos, el más antiguo, situado en la calle Jara Macil junto al Barranquico, se reconvirtió en los años 80 en el matadero municipal. El otro, situado en el camino hacia la Fuente de la Salud, es el único que existe actualmente. Fue restaurado en el 2010, siendo alcalde Celestino Badenas, y es el que visitamos en esta ocasión.
En el taller de la Colada, Ana Gómez Martín nos explicó como realizaban nuestras abuelas y bisabuelas la tarea diaria de lavar la ropa. Para apreciar el gran esfuerzo que suponía esta labor tendríamos que imaginarnos la vida a principios del siglo pasado y conocer los medios de los que se disponía por aquel entonces, cosa que Ana recreó con la alegría que le caracteriza.


Ana Gómez

La mayoría de las personas que por aquella época residían en el pueblo se dedicaban fundamentalmente a la agricultura. La ropa se ensuciaba bastante y había que lavarla muy frecuentemente, ya que tampoco se disponía de muchas mudas.
En Cirat, el lavado de la ropa se realizaba diariamente en el lavadero. Todos los días, muy temprano, las mujeres se colocaban su rodilla ( especie de rodete para llevar la carga) sobre la cabeza y encima la tina llena de ropa sucia y acudían al lavadero para coger sitio y lavar con agua bien limpia. Eso se hacía casi todos los días del año, así que se puede suponer como estaba el agua en los fríos días de invierno.
Rodilla y Tina

El lavadero más solicitado era el que daba al Barranquico. Este lavadero cuando dejó de utilizarse se reformó y en su lugar se construyó el Matadero Muncipal. Actualmente, cerrado también el matadero, el ayuntamiento lo utiliza de almacén.



Vistas del lavadero del Barranquico. Foto de Jose Luis Juan Peña. Año 1967

Este lavadero estaba dividido en dos balsas separadas por una pared con una apertura en la parte superior que conectaba ambas balsas para que corriera el agua de una a la otra. Una de las balsas se usaba sólo para enjabonar y la otra para enjuagar.
Las mujeres primero mojaban la ropa en la segunda balsa y la enjabonaban con el jabón de casa, que se hacía antiguamente con sosa y el aceite usado. Cuando tenían toda la ropa bien enjabonada y frotada, hacían los primeros aclarados en esta balsa conectada al desagüe.
La primera balsa se alimentaba del agua sobrante de la fuente del pueblo que pasaba primero por dos abrevaderos antes de entrar al lavadero. En esta primera balsa, estaba estipulado que sólo se hicieran los últimos aclarados para quitar los posibles restos de jabón y por ello debía estar muy limpia.
Regularmente el alguacil municipal se encargaba de vaciar el lavadero y limpiarlo para que no quedase poso de jabón en sus paredes y suelo. Este lavadero siempre estaba impoluto. Una vez enjuagada la ropa y escurrida se llevaba a casa para tenderla o se ponía al sol por encima de algún arbusto que había en la parte de atrás del lavadero.
El lavadero que hay actualmente en el pueblo, a principios del siglo XX albergaba un matadero, el cual tras unos años inutilizado, lo derribaron y en su lugar construyeron el lavadero actual alrededor de los años 40, según nos contó Celestino Badenas. También nos explicó que al lado de ese matadero, por donde está actualmente la carretera, había una "balsa del cáñamo" donde se cocía el cáñamo para hacer cuerdas y sogas. 
En este lavadero, Ana Gómez explicó e hizo una demostración de como se lavaba antiguamente y como se realizaba la colada en las casas.





Para el lavado de las piezas más grandes de cama, cuando era necesario el blanqueo o para la desinfección de la ropa si había estado en contacto con enfermos, se realizaba varias veces al año al colada.


TALLER DE ANA GÓMEZ EN EL LAVADERO 

Para realizar la colada se requería de las cenizas de la llar que todo el mundo tenía en casa y que iban almacenando para este fin y también las recogían del horno del pueblo. Esas cenizas se tamizaban para quitar todos los trozos de carbón que pudiera contener hasta que quedara un polvo fino de ceniza blanquecino. En una caldera grande de cobre se ponía al fuego agua. Y sobre un lugar más elevado, que solía ser un banco de obra que había en muchas casas al lado de la chimenea, se ponía un cocio grande, especial para la colada, con la ropa dentro.                 

Cocio para la colada
Este cocio tenía en su parte lateral inferior un agujero en el que se encajaba el extremo de una caña hueca, más o menos larga, la cual se apoyaba sobre la caldera de agua a calentar de manera que el otro extremo abierto de la caña diera al interior de la caldera. Sobre la boca del cocio con la  ropa,  se ponía una tela de lienzo y encima de ella se colocaba una buena cantidad del polvo de las cenizas y sobre éstas se añadía, entonces, agua caliente de manera que la tela servía de filtro. El agua caliente disolvía y arrastraba con ella los componentes de la ceniza filtrados a través de la tela que se introducía entre la ropa  hasta que alcanzaba la parte inferior del cocio y salía de él a través del caño,  hasta volver de nuevo a la caldera por la caña hueca.


Esquema general del proceso de colada 
( Imagen web de Fuentes de Ayodar http://www.fuentesdeayodar.com/textos/colada.html)

Este agua se volvía a hervir y a verter  sobre las cenizas una y otra vez hasta que se considerara que la ropa estaba blanca y desinfectada.  Después, se llevaba la ropa colada al lavadero donde se aclaraba y tras ello, se tendía  al sol.
Al agua resultante de la mezcla con las cenizas se le conocía como lejía, y es una disolución de hidróxido de potasio,  con la que se puede hacer también jabón o usarla para limpieza. Normalmente, la guardaban en botellas para usarla en las  limpiezas diarias. Actualmente, la lejía que se utiliza es industrial con una composición (hipoclorito sódico) diferente a la obtenida con las cenizas.
                             

LA ELABORACIÓN DEL VINO EN LAS BODEGAS

En Cirat también se elaboraba vino.  En todos los montes trabajados de  Planes, La Masia del Conde, Mal Paso, la Noguerica, la Fuente Martí, etc, no había familia que no tuviera viñas plantadas en el monte.
Esa herencia procede de varios siglos atrás y hay documentos en el ayuntamiento de Cirat que atestiguan que en el siglo XIX el vino y también los higos secos eran las principales fuentes de ingresos del pueblo. También se elaboraba aguardiente.Todavía se pueden ver restos de los edificios en ruinas de las de antiguas fábricas de aguardiente en las huertas que dan a la carretera de abajo desde el Lavadero hasta el camino de acceso a la Huerta Enmedio.

Ruinas de las antiguas fábricas de aguardiente

A finales del siglo XIX la plaga de filoxera que entró en España llegó a  toda la comarca y también a Cirat a principios del siglo XX,  destruyendo  la mayor parte de las cepas. Aun así, siguió habiendo  tradición vitivinícola en Cirat pero con una producción bastante mermada.

Tinajas para almacenar el vino
Cuando la uva estaba en su punto óptimo de maduración, en el mes de septiembre o principios de octubre, se cortaba de la cepa y se transportaba enseguida a las bodegas. Se ponía en los cubos  donde se pisaba con los pies descalzos para obtener el mosto. El mosto se recogía por la parte inferior  y el resto se prensaba para recoger todo el caldo posible.
Luego, se procedía a la fermentación del mosto para la obtención del vino, en las bodegas. Una vez elaborado, se colocaba en unas tinajas grandes, que en algunas casas estaban empotradas en la pared, y se iba sacando de allí  para su consumo.
Los residuos que quedaban tras la obtención del mosto también se fermentaban y de su destilado se obtenía el aguardiente que se elaboraba con alambiques en las antiguas fábricas del pueblo.
Habían muchas bodegas y cubos repartidos por toda la población. Actualmente, en el casco urbano de Cirat, quedan algunas edificaciones de  antiguas bodegas y allí comenzamos nuestro taller del vino con las explicaciones de Paco Barberán, sobre la historia de estas bodegas.


Paco Barberán explicó la historia de las bodegas en Cirat

Bodegas

En una de ellas todavía se elabora vino para consumo propio. Es la bodega de Juan Montolío Sanfeliu, la cual visitamos en grupos, debido a su reducido tamaño. Allí, Juan explicó a cada uno de los grupos en los que se  tuvo que dividir a los numerosos participantes, como se realiza el proceso artesanal de elaboración del vino.




   
        VÍDEO DE LA ELABORACIÓN DEL VINO EN LA BODEGA DE JUAN MONTOLÍO


COCER EL PAN EN EL HORNO DEL PUEBLO

El pan, el aceite y el vino  fueron posiblemente, los primeros alimentos procesados de la historia. El pan nace con las primeras civilizaciones de la antigüedad y en España, parece ser que fueron los celtíberos, en el siglo III a. de C los que introdujeron el pan. En el periodo mozárabe, el cultivo del trigo estaba generalizado en toda la península y también la elaboración del pan, que se llevaba a los hornos públicos a cocer.
En la Edad Media, el horno fue una importante fuente de rentas feudales y de forma paralela se desarrollaron los molinos para moler el cereal. En el siglo XVI, los hornos eran establecimientos públicos propiedad del señor de la villa y donde cada una de las mujeres de las familias iba a cocer el pan. En las villas de señorío, como Cirat, los hornos solían ser propiedad de éstos, quienes los arrendaban para su explotación. Así surgieron los hornos de poya,  que más tarde pasaron a ser propiedad municipal. El horno de Cirat era un horno de Poya y el ayuntamiento lo  arrendaba  por subasta a un hornero con la obligación de que lo mantuviera encendido para que los vecinos pudieran llevar a cocer su pan. Por la cocción del pan el hornero cobraba con poya. Poya era el derecho que se le pagaba en masa, pan o dinero, de manera que si cocía 15 o 20 panes de un vecino, el hornero se quedaba un pan entero o la masa equivalente, según se estableciera, y a este pan se le llamaba pan de poya.

Tras el taller del vino cerramos el círculo de los talleres en el horno del pueblo, donde Rosa Chiva Leonisa Santolaria escenificaron como era un día en el horno cuando funcionaba.




En Cirat, Rosa Chiva fue la última hornera del horno del pueblo a medias con el tío Vicente el Saura, y estuvo trabajando allí desde 1965 hasta 1974, año en el que se cerró.
Durante esos años, en el horno se cocía los martes y los viernes. A las 5 de la mañana, el marido de Rosa, Vicente Granell, encendía el horno para tener el horno preparado para cocer, a las 11 horas. Cada semana dos familias del pueblo se encargaban de la limpieza del horno y de fregar los tableros. Esos vecinos traían las cargas de leña y la lumbrera (leña más gorda que se astillaba para encender el horno y cocer el pan) que se descargaban y  guardaban en una planta superior encima de la bóveda del horno. Cada uno de los vecinos sabía cuando le tocaba el turno para encargarse de la leña y la limpieza del horno, ya que se establecía de antemano en reuniones en el ayuntamiento. A las 8 o las 9 de la mañana iban las mujeres respectivas a arrujar (mojar) el suelo, a barrerlo y a limpiar los bancos. El agua se cogía de la fuente.
Las mujeres del pueblo se encargaban de hacer la masa en sus casas y de preparar los panes para cocer, tarea que se realizaba cada 8 o 10 días, más o menos. Para preparar la masa, en cada casa, se utilizaba la artesa, una especie de arca de madera.

Artesa 
En la artesa se ponía la harina, se echaba un poco de agua templada,  un puñadito de sal y la levadura. Se amasaba todo con las manos y una vez obtenida la masa se ponía en una canasta de mimbre envuelta en una tela blanca llamada masera (tela blanca de algodón) y sobre esta, el mandil (como manta de lana), se llevaba al horno  y se cogía turno para cocer.
La masa elaborada se dejaba reposar con el calor del horno para que subiera. Cuando había subido, se separaba un trozo de masa, se envolvía bien con harina para evitar que se enmoheciera y se colocaba dentro de un recipiente de barro. Era esta la levadura madre que se guardaba para utilizarla la siguiente vez.
En los bancos del horno se troceaba la masa y se daba forma a los panes, los cuales se dejaban tapados con las maseras y mandiles hasta que la masa subiera y doblara su volumen  más o menos.  Se les hacia cortes con la navaja y se les marcaba para diferenciar los panes de una y otra familia y cuando le tocaba el turno se metían al horno con la pala, previamente espolvoreada de harina. Y a esperar a que los panes adquirieran el color y el tamaño apropiado.


Nos contó Rosa que en el horno de Cirat caben 105 panes de kilo y 2 cargas de leña. A ella, la poya se le pagaba en masa. En los últimos años por cada 16 panes de kilo se le pagaba con un kilo de masa. Con la masa de poya Rosa hacía pan, que también vendía a quien se lo encargaba.
Además de pan también se llevaban llandas con pastas, bollos, cacaos, calabaza, boniatos, pimientos, etc. Las llandas se cocían antes que el pan  si la leña era buena, nos contó Rosa, para aprovechar el exceso de fuego. Luego, cuando el calor estaba bien repartido por el horno se cocía el pan.
Rosa recuerda que cuando empezó, la cocción de las llandas se la pagaban a 2 reales, luego a peseta y más tarde a 2,50. Estos precios, así como la poya en masa, los estipulaba el ayuntamiento.
La ceniza de los hornos también se aprovechaba para la colada, pero no se vendía. La vecina que la necesitara iba y se la llevaba.



                   
                                                 
                                                                 TALLER DEL HORNO
                                     
*Agradecemos a Vicente Granell, Leonisa Santolaria, Ana Gómez, Vicente Escrig, Celestino Badenas, Juan Montolío, Rosa Chiva y Paco Barberán por toda la información que nos han proporcionado para realizar estos artículos sobre la historia y tradiciones de Cirat.

Al finalizar los talleres se realizó una cena de hermandad en la plaza y se pasó la película de las actividades de la asociación del 2011 "Los oficios de mis abuelos". Al acabar hubo una representación teatral del grupo LA TROUPE MALABO para todos los públicos con la obra MAGIA EN EL MUSEO.



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